domingo, 1 de noviembre de 2009

Detener el Tiempo - Capitulo 1

-Tengo que estudiar, no voy a poder ir, disculpame.
-Está bien no te hagas problema, lo importante es que te recibas… Día de la madre es todos los días y esto no deja de ser un día comercial, como vos decís.
-Si ma, lo sé. Bueno, entonces no voy a poder ir pero hagamos esto: vamos a almorzar un mediodía de la semana que viene, que voy a estar un poco mas tranquilo con el laburo y ya voy a haber rendido el examen.

Bueno eso precisamente no sucedió… o pongámoslo mejor: sigue aún pendiente. Pero qué extraña había sido aquella conversación… finalmente, una vez mas, como casi siempre, se salió con la suya. Realmente ella no estaba dolida, y él se daba cuenta de eso. La conocía demasiado. Eran muy parecidos en el sentir, y él podía entender todo lo que ella sentía sin siquiera esperar palabras suyas que lo explicitaran. La conocía demasiado. La conocía demasiado y sabia que no estaba dolida ni molesta, que aquellos malhumores por días de la madre anteriores donde no se había hecho cargo de acordarse especialmente de su madre –porque él decía que esos días son comerciales, y que de ella se acuerda todos los días de su vida-, decía, que aquellos malhumores eran parte del pasado, que todos habían crecido mucho este último tiempo y que de verdad, estaba todo bien.

Sin embargo había algo aun en su Ser que no terminaba de emanciparse de aquellas pautas o conductas que lo habían incomodado siempre según las cuales había sido educado y formado.
Recordó aquel pensamiento Sartreano que tanto admiraba por su claridad. “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. Cuanta tela para cortar hay aquí! Cuanto para pensar! Bueno si, realmente le gustaba mucho pensar.
Esto que le sucedía ahora era, pensaba él, un rasgo que le hacía dar cuenta que aun no era Hombre. Hombre con mayúscula, hombre en todo el sentido de la palabra. Si, si contara a Sartre lo que me sucede en estos casos, el diría que no termino de ser un hombre, pensaba, quizás de un modo algo extremista.
Pero era interesante este pensamiento: se veía tan maduro, tan desarrollado, tan Hombre con mayúscula en tantos aspectos de su vida, se sentía tan exitoso en aquellos aspectos en los cuales ya era Hombre, que le incomodaba pensar que aun en otros, no lograba serlo.

Inquieto, fascinado, pensaba.
Bueno, si cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él, podemos empezar a pensar en la calidad de las personas: que es la calidad de una persona? Que hace a la calidad de una persona? Puede hablarse de calidad, o mas aun clasificarse a las personas según sus cualidades?
Este enunciado está dividido en dos partes, si se quiere, históricas y sucesivas. Si cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él, tenemos al hombre, y tenemos lo que hicieron de él, previamente.
Pensó entonces que mucho de lo que un Hombre es, tiene sus orígenes en cómo fue formado, estimulado, que vivió, que pensó, cuanto cariño y limites recibió, en fin, lo que hicieron de él. Porque si para Ser el hombre utiliza toda esta densidad de formación que recibió para de algún modo procesarla y encontrarse con sí mismo, con su esencia, con sus intereses, con su verdadero y hondo Yo, en una primera instancia, corre con una gran ventaja un hombre que ha recibido mucho bueno por sobre alguien que ha recibido poco bueno, ni hablar de alguien que haya podido recibir mucho malo, e inclusive, alguien que no haya recibido nada.
La primera condicionante entonces en la calidad de una persona dedujo, es lo que ocurre en el primer tiempo de su vida, cuando son otros los que lo van formando, cuando la construcción de su Ser no depende en forma consciente de sí mismo. Pero aquí se complejiza la cuestión, pensó: condiciona pero no determina. Le fascinaba la claridad, la sintesis, el alcance de este último enunciado.
Y es cierto, condiciona pero no determina. Una buena formación como persona condiciona a un proyecto de Hombre de una manera positiva si se quiere: si le han sido inculcados valores de respeto, conducta, honestidad, trabajo, humildad, sinceridad, compromiso, difícilmente una persona pueda resultar “de mala calidad”. Pero puede suceder.
Si es más probable, pensaba, en cambio, que alguien formado bajo la violencia constante y honda que genera la indiferencia, o bajo cualquier otro tipo de violencia con todo lo que esto acarrea; sin demostración de afecto, sin imposición de límites, sin demostración de ejemplos de vida, con valores tergiversados -el dinero ni todo lo que el compre no ocupara jamás el lugar de un padre o de una madre ausentes, para que tienen hijos si no están en sus cumpleaños o graduaciones-, pensaba.

Es más probable, quería decir que pensaba, que alguien así criado resulte lastimosamente, en una persona de no tan buena calidad. Pero en absoluto, y aquí viene el concepto de determinación, esto es algo directo y univoco: un hombre así formado, puede, por su naturaleza y con toda la fuerza que tenga en su cuerpo, romper con esta formación que tanto daño pudo haberle hecho, y con todo el esfuerzo convertirse en un Ser receptivo, abierto a intentar ser un Hombre de calidad, un Hombre hermoso y con mayúscula.

Notaba cuanto sufrían los hombres de esta tipología: sus ganas de Ser íntegros, completos, de brindar todo lo que no recibieron, todo lo que la vida no les dio, contrasta con ese enorme vacío que generaron en ellos, y eso es un dolor tremendo.


Conocía algunos casos, de ambos tipos de hombres.

La cuestión era, entonces, que es lo que le jodia, que era aquello que no lo dejaba terminar de ser Hombre?
Eran varias las situaciones que lo hacían sentir así pero más precisamente en este caso, pensaba en la Culpa.
Cada vez que le mencionaban dicha palabra preguntaba socarronamente que significaba aquello, ya que no creía, o decía no creer en eso. Nunca más, después de tanto tiempo que esa puta palabra lo había hecho sufrir tanto: odiarse, y odiar a aquellas personas que tanto, que todo le habían entregado para que el con su fuerza y capacidad natural, se hiciera Hombre de una vez.
Se hacia el desconcertado, se hacia el boludo. Pero sabía bien lo que significaba.

Que le daba culpa ahora? Haberle dicho a la madre en el día comercial de la madre que se quedaba en su casa para poder estudiar y no estar haciendo aquello para lo cual había dicho a la madre que faltaría a la reunión familiar.
Que sucedió? Que se despertó temprano, temprano para un domingo, a las diez de la mañana. Salió a dar unas vueltas, a tomar un poco de aire previo sentarse a estudiar para ese maldito examen que habría de rendir por segunda vez. Era una mañana primaveral exquisita. La gente en las veredas desayunando al sol, poco tráfico, esos días en los que uno piensa: y donde están todos los problemas que tiene vivir hacinados en esta ciudad?.
Camino mucho, cada cuadra que se alejaba era una excusa mas para no regresar a estudiar. Una mas… una mas… una mas… y encontró una librería abierta. Abierta aquella mañana exquisita de domingo. Había que estudiar, pero la mañana era más exquisita aun si entraba a aquella librería.

Y pensó que la vida era, por lo menos acercándose a los treinta años, o mas bien, que valía la pena, deteniendo el tiempo, y que esto no se lograba de otra forma que ni más ni menos, intentar disfrutar plenamente de cada pequeña cosa, cada pequeño momento, y decidió entrar.

Y como aquellas situaciones que a veces llamamos señales (me pregunto señales de que – nota del narrador) que hacen pensar a uno que ha tomado la correcta decisión, se encontró al entrar con el hombre mas hermoso que había visto en tiempo.

En aquella libreria, aquel domingo de primavera, estaba introduciendose en un mundo que no conocia ni imaginaba conocer, menos aun en una libreria un domingo por la mañana, cuando deberia haber estado estudiando, segun lo que habia dicho a su madre.


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