viernes, 28 de agosto de 2009

El más triste de los textos

Estoy escribiendo esto casi llorando.
Cuanto mal puede causar una persona… Que fácil arruinarle la vida para siempre a una madre, a una hermana, a una novia, a un amigo. Tan fácil como apretar el gatillo y huir, cobardemente. Qué fácil es en Argentina asesinar a un chico que tiene la misma edad que yo: 26 años, y que estudiaba lo mismo que yo: arquitectura, en la misma facultad que yo, en los mismos talleres que yo, en las mismas cátedras que yo. Que fácil así de un minuto para otro terminar con tantos proyectos, ideas, inquietudes, convicciones, sentimientos. Y que hay si al que mataban era a mí? Cuanto se moría, cuanto dejaba de existir de un momento para otro? Ni hablemos de lo que significaría para mis seres queridos; hablo de cuanto moriría conmigo: todo lo que quiero, todo lo que pienso, todo lo que admiro, todo por lo que lucho, todo por lo que soy.

Qué fácil es en Argentina matar a una persona que estudia. Y qué carajo importa si esa persona era de derecha, de izquierda, si era bueno proyectando, si no tenía ideas políticas claras, si había reprobado o no un examen de instalaciones. Mataron a un ser humano, único e irrepetible.
Y me toca muy de cerca, por eso puedo ser tan consciente. Pude haber sido yo. Puede haber sido cualquiera de las personas que este leyendo esto.
Ya no creo que preguntarse “hasta cuando” funcione en estos casos. Ya es estúpido. Hasta cuándo? Hasta siempre, o hasta que el mundo explote. Si, este texto es muy pesimista: las cosas son cada vez peores, nos seguimos muriendo en las calles. Solo por querer vivir. Y no vamos a dejar de vivir. Si es necesario y tenemos la mala fortuna, moriremos en el intento, como Mariano o como tantos otros.

Estas cosas no pueden pasar mas, donde están los derechos de quienes trabajamos y queremos aportar algo a esta sociedad. No hay que tener piedad con estos asesinos.
Quiero analizar este comentario publicado por un lector del diario La Nación, en referencia a un artículo que narraba el asesinato de este chico.
Estas cosas no pueden pasar más. De acuerdo, absolutamente. Hace cuanto venimos diciendo esto?
No hay que tener piedad con estos asesinos. –Quiero dejar el concepto intermedio para explayarme de modo más extenso para lo último-. De acuerdo también, no hay que tener piedad. Siempre claro, actuando bajo la ley. Un asesino debe ir a la cárcel, cadena perpetua, si. No quiero empezar a debatir aquí sobre la pena de muerte, asunto muy delicado pero sobre el cual definitivamente tengo una postura: No. En otro momento quizás escriba algo al respecto. Y vamos al concepto más interesante aquí expuesto:
Donde están los derechos de quienes trabajamos y queremos aportar algo a esta sociedad?
Bien. Interesante. Es cierto, donde están nuestros derechos? La seguridad es un derecho ciudadano? Si. Falla? Si. La educación es un derecho ciudadano? Si. Existe, por pauperizada que este? Si. La Salud? Lo mismo. El trabajo? Lo mismo.
Para todos? No. No para todos. No todos pueden acceder a un trabajo digno, ni hablar ya de un hogar digno.

Ahora bien, desconociendo la identidad del autor de este comentario pero imaginando –por el tipo de dictum que escribe y por el diario que lee-, que es una persona de una clase media, o media alta que por lo menos tiene acceso a Internet, yo me pregunto: donde están nuestras obligaciones?
O acaso para gozar los derechos no debemos realizar las obligaciones que nos competen en cuanto ciudadanía? Qué derecho a la seguridad podemos exigir si nosotros mismos somos cómplices absolutos de estas estructuras que generan la marginación que hace que la inseguridad sea una amenaza tan latente como lo es estos últimos tiempos? Si no participamos. Si no sabemos que en cada uno de los barrios que vivimos existe un centro de salud, si no sabemos en qué se usan nuestros impuestos, si no sabemos a quién votamos! Como pretendemos exigir por nuestros derechos si no cumplimos nuestras obligaciones?
El contrato social está fallando. Nadie se hace cargo, y todos exigimos. Todos somos culpables de la muerte de Mariano. Todos podríamos haber sido, todos podemos ser Mariano. Pero mejor seguir viendo las imitaciones de de Narváez en Showmatch, riéndose de tics absurdos, realmente sin gracia alguna, empelotudeciendonos mas y mas. Matándonos más y más.
La disociación cada vez mas fuerte entre las problematizaciones de la vida cotidiana y el accionar político termina generando en todos los ámbitos por donde se lo mire, este tipo de situaciones: de pronto nos preguntamos: que paso? Como que los Bancos no nos devuelven nuestros ahorros? Como que no tenemos petróleo? Como que no tenemos industria? Como que la Patagonia ya no es nuestra? Como que mataron a un chico que estudiaba arquitectura en la puerta de su casa? Hay que matarlos a todos! Hay que incendiar las villas! Por favor… dejemos la hipocresía de lado de una buena vez.
Si tenemos pensado seguir no pensando, por lo menos seamos honestos con nosotros mismos y hagámonos cargo de nuestras irresponsabilidades. Y esta última palabra es clave: es el eje de este texto: estoy hablando de irresponsabilidades. Pecamos de irresponsables. Nos llevaron a esto, estoy de acuerdo. De nuevo, un tema que merece una discusión profunda para sí mismo. No importa, llegamos, aquí estamos: no activamos, no participamos, no tenemos conciencia política; somos irresponsables. Y las irresponsabilidades nos terminan sencillamente, matando: Cromagnon, las rutas, Mariano y tantos otros.
No tengo aun las herramientas de especulación para pensar en que terminara derivando todo esto: pienso por ahora, y digo una vez más, que estamos en tiempos de cambio, de crisis, de transición. Y estas irresponsabilidades son molestias, son dolores hondos de estos tiempos convulsionados que vivimos. A lo que voy: en un determinado tiempo las cosas van a empezar a cambiar. A tomar algún rumbo. Esto no se sostiene mucho más.
Pero quiero tomarme el atrevimiento de representar a la FADU y tomar la palabra para finalizar esta exposición de profunda tristeza con un mensaje positivo, de construcción, de creación. En la FADU nos enseñan –aunque en ciertas especificidades deje mucho que desear- a CONSTRUIR. Nos fascina PROYECTAR. Y uso la palabra PROYECTO y no DISENO. Porque el proyecto es un pro-yecto. Una proyección. Un proyecto social. Jamás una idea para dignarse de tal puede surgir de un lugar que no sea del compromiso del creador con su contexto, con su mundo. Sea del tipo que fuere: desde dentro de la disciplina y hacia afuera, desde afuera y hacia afuera.
Creemos en una arquitectura de proyecto. Creemos en los proyectos. Y bajo esta noción, nuestro mayor proyecto es siempre la construcción de nuestro amado país, que continua sufriendo mientras sigue creciendo. Estamos mejor. Somos mejores que hace diez años. Pero nos falta mucho. Para que los Marianos, los Cromagnones, las rutas no sean en vano del todo –por supuesto que son en vano-, aprendamos. Movámonos. De a poco. Cada uno desde su espacio: COMPROMETAMONOS. Si no somos nosotros, es nadie.
EP

2 comentarios:

b dijo...

Sobre todo triste y como siempre... concuerdo (casi) en todo contigo...
A los grondonas... dejemos de pensar que el que mata y roba pasado en paco elige gustosametne esa vida! vos marianito... con tus uñas esculpidas... estarías haciendo lo mismo si la vida te hubiese puesto en ese lugar...
Culpables ellos, responsables todos.

d dijo...

muy buen texto pi. impotencia es lo que siento pero también coincido y padezco de mis faltas como ciudadano. no sé por donde empezar, quizás esa sea nuestra mayor falta..