Nuevamente, a veces. Al sentir curiosidad por escribir acerca de algún problema propio de la filosofía; asunto estudiado, teorizado, explicado, pensado por tantos grandes y entrenados cerebros en la historia del pensamiento, pienso en la pertinencia de hacerlo. O mas bien, en la pertinencia de compartirlo; en última instancia, soy dueño de escribir todo lo que se me ocurra y motive, el asunto es el camino de las ideas: al hacerse públicas, ya dejan de pertenecerme, automáticamente. Al menos así lo pienso. Y bajo este punto de vista, me pregunto. Me pregunto, por ejemplo, qué pueden aportar mi visión y mis ideas acerca del Tiempo, a años luz de ingenuidad y conocimiento, desarrollo, del Tiempo de Heidegger. O Sartre, o Nietzsche, quienquiera que sea.
Nuevamente, entonces, pienso. Que cierta cuota de frescura e ingenuidad puede generar algún aporte. Existen valores deseables y rescatables, buscados en fin, en la virginidad. Al leer, al intentar entender, la virginidad va desapareciendo, pero no deja de existir. En lo que refiere al pensamiento, creo que solo las personas que dedican su vida a estudiar en profundidad filosofía, sociología, antropología, pueden hablar sin esa cuota de virginidad que todos los demás de los que nos apasiona el pensamiento, el entendernos, el cuestionarnos y dedicamos nuestras vidas a diferentes ocupaciones conservamos. En este sentido, la profundidad es distinta: si es que estas líneas que siguen logran presentar cierta profundad en sus planteos, dicha profundidad proviene más desde el instinto, la intuición; estructuradas también según ciertas lecturas especificas, pero no desde el pleno conocimiento si se quiere académico del problema del que hablaré. Sé algo de lo que pensaba Heidegger, Sartre, sobre el tiempo. Lo comprendo parcialmente, y eso me sirve para cuestionarme más aun mis ideas primeras, que resultan replanteadas en varios casos según los diferentes y parciales entendimientos que suceden ante la aprehensión de conceptos profundamente elaborados. Pero desconozco estos pensamientos en su totalidad, y realmente dudo algún día llegar a poder entenderlos completamente.
Entonces, el texto que sigue son algunas ideas mías de hoy, acerca del Tiempo. Cuestiones que vengo pensando hace algunos años, meses… Otras que surgieron en estos últimos días, otras que vienen de toda mi vida: en definitiva, escribir, crear, ¿no es eso? Es, creo, intentar volcar en un determinado soporte, inquietudes que dan vuelta por la cabeza de uno. Las inquietudes, pienso que se conforman por los pensamientos propios del momento en que la creación se da. Hoy escribo lo que me preocupa y entretiene hoy. Pero a su vez, estas cuestiones forman parte de un sistema mayor de inquietudes que es ni mas ni menos, nuestra humanidad. Hoy escribo lo que me preocupa y entretiene hoy; pero esas inquietudes de hoy, me surgen porque Soy de determinada manera. Si mi persona fuera otra, quizás tendría otras inquietudes; de hecho, quizás no estaría escribiendo lo que pienso y siento en este momento. Y en cuanto al soporte, que en este caso es el “papel” –si las letras tipeadas fueran la pluma-, también es el lienzo de un artista plástico, la cinta de un músico, el lote o la cocina que refacciona el arquitecto. El soporte es el espacio donde la creación toma forma, sucede.
Así pues, introduzco el tema sobre el que quiero pensar un poco: el Tiempo.
Ante todo, decir que la palabra Tiempo es para mí, misteriosa. Es una palabra apasionante. Son muchas las palabras tan apasionantes del lenguaje, Tiempo es una de ellas. Y lo es por todo lo que significa en la vida del ser humano. En todas sus acepciones, es la variable que determina en primera y última instancia, las peripecias de nuestra vida en este mundo.
Bien. Yo digo el simple enunciado: el tiempo que vivimos.
Esto puede entenderse en referencia a la era que nos toca vivir: el siglo XX, el siglo XXI. También puede entenderse en términos de años de vida. O puede entenderse también en términos metafísicos, o mas allá de lo físico: el hombre en el tiempo, y el tiempo en el hombre.
Puedo decir también: estás a tiempo. ¿Significa esto que el tiempo es algo a alcanzar? O mas bien, ¿es algo como decía, metafísico?: el tiempo está, es, pasa; y nosotros, las personas, debemos poder hacernos cargo de algún modo de su paso. Vivimos según él. El tiempo nos sobrepasa, existe por sobre nosotros. “No es tiempo para esto… estás a tiempo para aquello”, “los tiempos de la vida… es tiempo –aquí utilizado como momento- de hacer equis cosa…”
Es difícil pensar el tiempo, quizás porque tiene una cualidad extraña para nosotros, los mortales pensadores: por un lado es abstracto, intangible. Y por otro es el más certero indicador, y en este sentido el más tangible, de la naturaleza de este universo y por lo tanto, de la nuestra. Digo: el tiempo es abstracto, no es material, es invisible, inexplicable en algún punto. Y por otro lado, es la respuesta a muchas de las preguntas sobre nuestra existencia. El tiempo nos hace comprender las cosas, nos hace comprendernos, como nadie mas puede hacerlo. En realidad, es el paso del tiempo el que nos hace comprender las cosas: comprendemos que algún día moriremos cuando el tiempo pasa y vemos que las personas mueren. Comprendemos que cada día comprendemos más, cuando empezamos a crecer y detectar sabiduría en los mas pequeños actos de nuestros mayores. Comprendemos cómo el ser humano puede sobrepasar situaciones terribles, cuando vemos a la distancia como los hechos se desvanecen en un punto: lo que una vez dolió profundamente y parecía incurable, el tiempo lo suavizó. Las heridas no cierran, pero el tiempo las ceda. Más que cualquier dosis de morfina.
Vemos el paso del tiempo en las arrugas del otro, y vemos el paso del tiempo en los recuerdos que guardamos. De pronto, hace catorce años que sucedió aquello que tan bien puedo recordar… y catorce años es una porción importante del tiempo que nos toca vivir…
Pero hay algo magnífico en cuanto al sentido metafísico de la palabra Tiempo. En cuanto al hombre y el tiempo, lo asombroso es cómo la percepción de éste último es parte y varía según un determinado momento de la humanidad, o para ser menos ambiciosos, de una comunidad.
A ver, como lo digo. Realmente es difícil, ya que el Tiempo y las sociedades no pueden pensarse en términos separados, no pueden disgregarse el uno del otro. Es como hablar de un medio de transporte sin tener en cuenta el desplazamiento. Es difícil, pero llegaré de algún modo.
Digo que el entendimiento del tiempo es variable según la era en que una sociedad existe. Brevemente, defino sociedad en cuanto a espacio y tiempo: la sociedad porteña de 1880 es otra sociedad de la porteña de 1955 y de 2009.
El tiempo hace al hombre, pero el hombre, hace al tiempo? No. El tiempo es el mismo desde que -disculpen señores religiosos ortodoxos, no pretendo ofenderlos pero tampoco pretendo su entendimiento; si me entendieran en todo mi ser, significaría que algo está fallando… no quiero hacer de esto un texto político pero creo que no tengo ni quiero tener absolutamente nada que ver con ustedes ni con su forma de pensar y ver el mundo; aunque igualmente no creo que estén leyendo estas líneas, se habrán asustado con los demás contenidos e ideas de este blog, de esta persona-. Decía que el tiempo es el mismo tras el Big bang. Pero la percepción, el entendimiento del mismo, es diferente según las diferentes épocas que vive el hombre.
Leía a J.P. Feinmann (y aprovecho para recomendarlo muy en serio), refiriéndose a la filosofía medieval europea en relación a la filosofía moderna. Tras aproximadamente 15 siglos de pensamiento escolástico –filosofía cuyo centro era Dios-, dice Feinmann que con Descartes y el surgimiento de la filosofía Moderna, el hombre finalmente vuelve a hacerse hace cargo de su propia historia, tras la filosofía griega. Y es en este preciso momento en que, según él, “se aceleran los tiempos históricos”. En otras palabras, todo el estancamiento generado en el pensamiento del hombre hacia él mismo por la fe religiosa de la edad media, es respondido de algún modo con una producción de pensamiento súper densa, magnífica, en menos de tres siglos. Desde Descartes en mitad del Siglo XVII, pasando por la Revolución Francesa, y todos los maestros de la filosofía occidental: Kant, Hegel, Nietzsche, Heidegger, Foucault, Sartre, pasaron cuatro siglos.
Y todo esto sirve para pensarnos hoy.
Hablaba Heidegger de “cuando el tiempo sea solo rapidez”. Pienso que en la primer década que ya pasa del Siglo XXI, esto de verdad está sucediendo.
Hoy el tiempo es velocidad, es rapidez. En todos los ámbitos. Es segundos de televisión, es competencia por la instantaneidad en las noticias de los diarios por Internet. Es velocidad máxima alcanzada por un automóvil. Es desvaloración de la calidad en la construcción de edificios: lo que hace treinta años se hacía en 36 meses, hoy debe hacerse en 25. "Time is money"... Las paredes dobles para dotar de un mejor confort a una vivienda llevan más tiempo y son reemplazadas por paredes comunes que transmiten con mayor facilidad los ruidos, el calor, el frio. Lo artesanal no es preciado mas hoy por su condición sensible, romántica si se quiere, sino porque lleva mayor tiempo de elaboración.
La velocidad del tiempo es que lo que pasó hace dos meses, se haya olvidado. La sobresaturación de información; la disputa por la primicia –que en muchos casos significa también la ficción en la noticia, tema relacionado con la dictadura de los medios de estos tiempos, que merece una densa reflexión aparte-.
El tiempo hoy, es otro. Es difícil hoy en día pensar en términos de pasado, presente y futuro. Esta disociación en estos momentos del hombre, carece de sentido en algún punto: ¿qué es hoy el pasado? Porque si debiéramos hablar según las concepciones de pasado vigentes en la cultura en la que fuí educado, podría decir que casi nadie conoce el pasado. No digo Roma, Grecia, o Jerusalem. No digo la revolución industrial. Casi nadie sabe hoy bien qué fue lo que paso en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX. Casi ningún arquitecto conoce la historia de la arquitectura argentina de este siglo que pasó. Pensar el futuro –de nuevo, según la cultura en la que fuí educado-, es conociendo el pasado, para entender el presente. O sea, operar en el presente comprendiendo el pasado, pensando en el futuro.
Y digo que ¡esto hoy es imposible! Mi generación – me incluyo- no dispone de las herramientas necesarias, no conoce el pasado. Y ni hablar de esta generación que ha nacido en estas épocas y ya comienza a dejar ver vestigios de su naturaleza: algún joven de quince años, ¿sabrá que hace catorce años volaron la AMIA? ¿Entenderá lo que fue el corralito? ¿Y los porqués de la guerra de Malvinas?
El pasado de hoy es lo que pasó hace dos meses; y gracias que aún se recuerda, aunque sea poco, muy poco, a José Luis Cabezas.
Y si el pasado de hoy es lo que pasó hace dos meses, el pasado dentro de dos meses será hoy.
Y el futuro entonces, ¿qué es? ¿Se terminó el futuro? ¿Podemos seguir hablando en términos de futuro? ¿Podemos hablar en términos de presente?
Si un proyecto a mediano plazo, sea cual fuere, significa cierto posicionamiento hacia el presente, ¿se acabaron los proyectos a mediano plazo? ¿Se acabó la construcción de infraestructuras que demanden ocho años de ejecución? Si uno no sabe que pasara dentro de dos meses… ¿Se acabaron las relaciones entre las personas construidas el día a día, pensando en el presente, en el futuro? Espero que no…
Es difícil, y es difícil sobre todo porque pienso que el ser humano desconoce esta estructura del tiempo. Estamos en cambio. Nosotros, el tiempo no, el tiempo es siempre el mismo. Siempre, hace cinco siglos y hoy, nacemos, nos arrugamos, y morimos. Pero nuestra “relación” con el patrón que guía nuestras vidas, el tiempo, varía. Nosotros, habitantes del mundo globalizado de capitalismo exhacerbado del siglo XXI, estamos intentando empezar a comprender cómo es esto de vivir con un “tiempo nuevo” –sin ningún ánimo de hacer honor al programa del nefasto Neustadt-.
Seguramente las próximas generaciones sientan con menor intensidad esta angustia que es tan común en estos tiempos que vivimos. En ese sentido, estaríamos en una situación similar a aquella explicada por Feinmann en cuanto al cambio en el tiempo. Si aquella época significó una “aceleración” del tiempo histórico, ¿será esta una época de “modificación” del tiempo histórico?
No lo sé y creo que nadie, ni el mayor de los eruditos contemporáneos podrá decirlo. Se necesita para esto -y redondeando según los inicios de este texto- de perspectiva histórica, de tiempo histórico. Algún día nos estudiarán, y decidirán bajo qué parámetros explicar los tiempos que hoy estamos viviendo. Pero pensarnos ahora, sirve para entendernos mejor, y porqué no, de algún modo, estas líneas servirán a algún inquieto dentro de muchos años que se interese por leer qué sentía una persona que apasionada y de alguna manera nostálgicamente, veía el mundo cambiar.
Por último, nótese que este último párrafo es ya en sí mismo una expresión en cuanto al entendimiento del Tiempo: su posicionamiento final, su finalidad u objetivo si se quiere, resulta ambigua entre un de y para un hoy y un para mañana. Para ser honesto, ese es el espíritu de todos mis textos.
Gracias.
EP
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