La muerte de una persona a la que uno no conoce personalmente pero admira y por ende respeta y siente cierto cariño nos genera mas allá del dolor, muchos pensamientos.
Sobre todo nos hace relativizar las cosas: darnos cuenta de que tras los problemas que uno se genera o pretende sentirse involucrado, todo es insignificante comparado con la muerte. Es un estado de relajación supremo al que se llega al recibir estas noticias: hace que pensemos cuáles son los valores que en esta vida tienen real relevancia.
Pero existen otro tipo de pensamientos o sensaciones; será eso crecer? será sentir el paso del tiempo?
Es extraño, nostálgico y en un principio triste pensar que ya no mas podré poner en el auto el 95.1 a la mañana y escuchar a Martin Rivoira Lynch o a Sabino.
Y es que ese ya no podré es un ancla tremenda a la realidad de la vida: lo efímero que son las cosas, nada es para siempre y nadie podrá tener jamás la certidumbre de cuánto han de durar sus proyectos, sus personas, sus ideas, finalmente: su paso por esta vida.
Como Fernando Peña haya dicho una vez, pienso que su audacia pasaba en gran parte por ser consciente de su estado de salud: sentirse con un pie acá y otro allá , mas allá de las características propias de su personalidad, hacía que Peña lleve un modo de vida audaz en todo sentido.
Quiero rescatar esto y mas allá de ser crítico pensando en que en ciertas ocasiones su audacia pudo haber resultado irresponsable, la enseñanza que nos deja este genio del arte es que en la vida hay que ser audaz, que hay que decir las cosas que uno siente, que no hay que callar, que hay que animarse. Claro, en otras palabras mas trilladas: la vida es una sola y el tiempo es corto.
La enseñanza que me deja Fernando Peña es que la audacia es un valor elemental en la vida: él supo manejarla con talento, acidez, humor, compromiso.
Su talento natural era enorme: hizo cosas que solo él podría haber hecho.
Y duele... duele mucho además plantearse estos interrogantes que uno se hace ante estas pérdidas: con toda la putrefacción que existe en los ámbitos públicos de nuestro país, sea el espectáculo como la política, el deporte; por qué le pasan estas cosas a las personas que construyen: personas honradas que desde su mirada inteligente de la sociedad solo quieren construir, constantemente.
La destrucción le gana a la construcción. Pero la muerte nos iguala a todos.
La ida de un grande por sobre todo deja esa sensación dulce, que hace cosquillas en el pecho al pensar en ellos: en Juan Castro, en Jorge Guinzburg, en Fontanarrosa: ante tanta mierda que da vueltas, cuánta belleza existe en la humanidad, en el Ser Humano!
Qué lindas personas existen! y qué hermoso es pensar en ellas y recordarlas tanto en lo que nos han dejado: compromiso, amor por lo que hacían, espíritu de construcción y amistad, pero también en fascinarnos pensando en las cosas hermosas en las que puede devenir una persona: como especie, desde lo innato.
Cuán hermoso es complacerse viendo a estos genios explotar sin freno alguno sus dones naturales y ser testigos de creaciones ineditas que se renuevan en cada dia de la vida de estas personas diferentes! cuánto llena eso! cuánto deja eso!
La muerte es ese freno. Y la muerte es parte de la vida, eso para todos por igual.
Lo que no es para todos por igual es la vida misma: como Peña, se puede pasar por esta vida y ser Grande.
Gracias Fernando Peña por haber existido en la vida de los argentinos en estos años.
Humildemente,
Ezequiel Pinus.
1 comentario:
Creo que en este momento (egoísta) de duelo, lo que veo es lo que nos va a faltar... no solo a la cultura general, también a nosotros como personas independientes. Nos cacheteaba tan exquisitamente todas las mañanas... y hay pocos valientes que lo saben hacer!
Vamos a tener que cortar el cordón y seguir sin el... no queda otra.
Un beso de otra huerfanita.
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