lunes, 13 de abril de 2009

12 segundos de oscuridad

Los viajes sirven sobre todas las cosas, y he aquí el motivo esencial creo para tanta fascinación hacia ellos, para reinventarse. De un viaje uno vuelve distinto. Siempre. La distancia es una manera de reflexión; vivir otras culturas, conocer otras historias y personas, sea en Singapur o en Mar del Plata, genera en nuestro interior preguntas, (re)planteos. Observaciones, críticas, comparaciones, pensamientos en fin, funcionan como herramientas magníficas e incomparables de apertura mental por un lado, pero como elementos donde se sustenta la realidad y la vida cotidiana de cada uno de nosotros: extrañar, sentirse feliz al regresar a Buenos Aires, significa una revaloración que ocurre en cada regreso al lugar en que vivimos, nuestro lugar. Me llama la atención empero, una sensación singular que sucede al viajar y visitar lugares esperados, proyectados, añorados, soñados. Mas allá del problema de las expectativas: como ante una película recomendada, o cualquier cosa muy recomendada, la predisposición es distinta, existe algo extraño que acontece al enfrentarnos a singularidades que hemos conocido y pensado al respecto por otros medios, previamente a ser visitados y conocidos en la realidad. Escuché mucho el disco "12 segundos de oscuridad" de Jorge Drexler durante una época de cambio, de transición, de tambaleo de bases, de replanteos muy profundos en mi vida. En esos días, escuchar el disco me tranquilizaba, me daba la paz y serenidad que buscaba y necesitaba. Convertía el momento del placer melancólico (al que considero el más profundo y singular del Ser Humano y sobre el que volveré pronto en una reflexión específica) en algo más dramático, que me llegaba bien adentro de mis entrañas. Y soñaba, pensaba en que quería estar en Cabo Polonio, lugar donde este disco fue pensado y escrito en casi su totalidad y cuya canción homónima refiere al funcionamiento del faro. Me contaron que el faro de Cabo Polonio tiene una frecuencia de 12 segundos. Esto es, básicamente: en toda la costa del Uruguay existen varios faros, y para que el Capitán del Barco pudiera reconocer donde estaba ubicado, cada faro tiene una frecuencia de luz diferente, es decir, el tiempo que tarda el faro en pegar una vuelta es variable. El del cabo es de 12 segundos, y ahí entendí un poco mas la canción: Gira el haz de luz, para que se vea desde altamar, yo buscaba un punto de regreso, sin quererlo alcanzar, pie detrás de pie, iba tras el pulso de claridad, la noche cerrada, apenas se abría, se volvía a cerrar, Un faro quieto,nada sería guía, mientras no deje de girar no es la luz lo que importa en verdad son los 12 segundos de oscuridad, para que se vea desde alta mar de poco le sirve al navegante que no sepa esperar. Pie detrás de pie, no hay otra manera de caminar la noche del Cabo revelada en un inmenso radar. Un faro para, sólo de día, guía, mientras no deje de girar no es la luz lo que importa en verdad son los 12 segundos de oscuridad, para que se vea desde alta mar. Y ver el faro, entrar al faro que había imaginado años atrás fue hermoso pero pienso que la intensidad de la sensación, aunque de una gran magnitud, no fue proporcional a la fuerza con que lo había imaginado. Ni siquiera la última noche, al ver un reflejo de una luz que giraba, desde lejos y tapada por las dunas, sin saber que era el faro... - a ver, contemos, si tarda 12 segundos en volver a aparecer la luz es que es el faro de Cabo Polonio! Y así fue, de la nada, viendo el cielo mas estrellado que ví en mi vida, desde Valizas, descubrimos la luz de ese faro a 8 km de donde estabamos, y se hicieron reales, más tangibles imposible: los 12 segundos de oscuridad los estaba contando yo, mirándolo directamente! Sin embargo, siento que aquel momento de deseo, allá hace algo de dos años, fue mucho mas profundo y en el sentí una conexión mayor con mi Ser: no entiendo bien que quieren decir estas cosas, estoy pensando mucho sobre ellas y seguramente serán objeto de una próxima reflexión. Pero sostengo y creo que queda evidenciado en estas líneas precedentes: los viajes te reinventan. Y qué es más deseable y sano que reinventarse, como persona, como pareja, como todo, cada día en la vida!

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