…hubo un tiempo en el que las personas peleaban entre ellas por ver quien era mejor; casi en forma darwiniana, podríamos decir que hubo un tiempo en el que solo sobrevivía el mas apto. Nunca nos parecimos tanto a cualquier otra de las bestias del reino animal al que pertenecemos como en aquel tiempo.
Ignorábamos las críticas, las incomodidades a las cuales podían someternos los poetas, los filósofos, en fin, las personas que tienen aquella emotiva aunque demasiado devaluada tarea de interpretarnos, estudiarnos, para entendernos mejor y para ser mejor. Sartre nos hablaba de compromiso, de ir definiéndose como Ser a cada momento. Emocionantemente postulaba que cada uno de nosotros con cada una de sus decisiones representa a la humanidad y por ello, cada decisión influía, hacia a la humanidad toda.
Sartre lo hacia científicamente, John Lennon de un modo un poco mas compulsivo aunque no menos inquietante y polémico.
Y muchos pintaban lo que el mundo les decía y ellos podían ver y el resto no. Y se fascinaban por los avances técnicos. Y otros le temían, o al menos denunciaban y miraban con cierta distancia y temor cómo la tecnificación de occidente estaba resultando cada vez más no sólo la destrucción del medio, de la naturaleza, sino un proceso de cada vez mayor injusticia social.
Exponencialmente, en ese tiempo, el Poder se fue concentrando. Cada vez más y más.
Y como los recursos de este hermoso planeta en el que vivimos son siempre los mismos, lógicamente, entenderás como la concentración y acumulación de Poder de un lado, directamente significa empobrecimiento y derrotero en el otro.
…hubo un tiempo que, como todo tiempo histórico, no tiene un comienzo preciso; pero que tiene su momento de definitivo quiebre con el “descubrimiento” de America. Las colonias, los graneros del mundo. Inglaterra, el taller del mundo. Adam Smith, la Riqueza de las Naciones. David Ricardo, los teóricos del capitalismo. Ellos producen, nosotros les vendemos las materias primas y les compramos las manufacturas… ¿quien gana?
¿Y qué si el egoísmo, el ansia de dominación, de Poder –económico, el único poder, claro-, de ese tiempo se transforma paulatinamente en otro tiempo, un tiempo donde las brechas entre los dueños de las cosas y los que no tienen nada es cada vez mayor?
…hubo un tiempo, después de ese tiempo que te contaba, donde ya no existían veinte empresas de galletitas, sino tres. Las que mayor éxito habían tenido, fueron comprando a su competencia. Claro, muchas de las empresas del “primer mundo” tuvieron mayor éxito que las nuestras, hechas a pulmón. No hace falta explicar mucho: un mercado mas grande, un Estado súper proteccionista.
Entonces las empresas fueron tres en vez de veinte. Y los empleados fueron despedidos, las maquinas los fueron reemplazando, lógicamente: mayor precisión y reducción de las horas-hombre: el mayor costo en cualquier manufactura.
Ni hablar de las nuevas formas de hacer dinero de ese nuevo tiempo: el Poder financiero… hacer dinero con dinero. Como yo tengo dinero te lo presto. Y te cobro el doble de lo que te presté por el servicio. Entonces me llené de dinero sin trabajar, sin contratar empleados, sin consumir materias primas, sin insumo alguno más que el excedente (dinero) que alguna vez lícita o ilícitamente hice. Y axial la cosa se fue concentrando mas.
Ah, porque por si no sabías, en aquel tiempo, ladrón era el ratero que asaltaba a punta de pistola una farmacia, pero aquel que organizaba estafas millonarias y dejaba cientos de personas en la calle no era chorro. No, no. ¡Claro que no! De hecho en ese tiempo éramos tan imbeciles que los votábamos. Ellos nos robaban, nos mataban, y nosotros los votábamos… y por el pibe de quince años que falopeado asesinó a una jubilada para robarle la cartera pedíamos pena de muerte. Pero por todos los que hicieron que ese pibe se falopee y no tenga, en toda su vida ningún proyecto, nada por lo que luchar, en fin, sentido alguno; no pedimos pena de muerte. Hasta les dábamos espacio en los medios –ooootro tema-, hasta nos hacían reír a veces como comediantes. Y si teníamos la fortuna de vivir en el mismo barrio cerrado que ellos, los saludábamos cordialmente, hasta compartíamos partidas de golf. Pero al chorrito, pena de muerte.
Ese tiempo, estaba tan lleno de personas que no pensaban, muchas de ellas lamentablemente porque no podían –imaginate si todas las personas se hubieran dado cuenta de todo lo que los dueños del poder tenían planeado hacer con ellos, hubiese sido mas difícil-; y otras, las mas perversas, aquellas que no pensaban porque no querían, o no querían ver, peor aun.
Entonces, si alguien un poco mas preocupado e inconforme; molesto por estar viviendo en un mundo tan injusto, traía alguna cita de Marx, elogiaba en cierto aspecto a la Cuba Socialista, pedía la intervención del Estado en ciertos aspectos, era un hipócrita, un falso, un demagogo.
Éramos tan entupidos en esa época, que muchos de nosotros aun creía o pensaba en los términos, -aunque inconscientemente muchos, por no conocerla- de la teoría de los dos demonios de los milicos…-oooootro tema, de nuevo-.
Claro, si tengo un teléfono celular, un lindo pantalón y un auto nuevo, no puedo hablar en contra de la exacerbación de acumulación neoliberalista. Eso era ser hipócrita. Ser hipócrita no era seguir votando a los que vaciaron el país y a sus amigos, ser hipócrita no era hacer caso omiso ante la injusticia y el hambre, mas aun, ser hipócrita no era donar una vez por mes ropa vieja o equis cantidad de dinero a un comedor infantil, descargando de este modo la culpa, condenándolos a seguir siendo los-que-reciben-las-migajas-de-limosna.
No, ser hipócrita era estar inconforme, criticar, sin irse del todo para el otro lado. Eso pretendía, parecía. Tener convicciones era, para ellos, vivir despojado de toda relación objetual o material. Cuando jamás uno pregonaba eso, más aun: nunca uno hablaba pura maravilla de los sistemas comunistas. Pero bueno, citar a Marx, o a Lenin, o admirar a Fidel en ciertas cosas era ser un comunista, entonces estaba mal tener un auto nuevo o viajar, así de estupidos éramos.
Y la mas alevosa –en cuanto a estupida e inculta-, aquella repetición: “el comunismo fracasó”. De nuevo, como si uno defendiera el comunismo, y sobre todo, preguntándonos: ¿el capitalismo acaso no fracasó?
Era sencillo decir que lo otro fracasó y el capitalismo no, comiendo afuera, viviendo en un lindo barrio, vistiéndose bien, solo comiendo, bah.
Pero mientras la brecha se agigantaba, y morían diez millones de niños de hambre por año en el mundo, era evidente cual era el sistema del peor fracaso.
…hubo un tiempo en el que las personas peleaban entre ellas por ver quien era mejor, y en esa pelea asquerosa, llena de orgullo maldito, no se daban cuenta de esta hermosa verdad con la que el Che Guevara se despedía de sus hijos antes de que los asesinos, que asesinaron y asesinan mucho, muchísimo mas de lo que asesinó el Che, cobardemente lo fusilen:
Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Siento en estos días la dureza de la realidad. O mejor dicho, lo crudo de enfrentarla. Uno crece, se va, se esperanza, vuelve, y ve que todo es lo mismo de siempre. Y el problema con que todo sea lo mismo de siempre es que el tiempo pasa… Entonces, no es lo mismo de siempre, sino que estamos peor. ¿Hasta cuando?
Ignorábamos las críticas, las incomodidades a las cuales podían someternos los poetas, los filósofos, en fin, las personas que tienen aquella emotiva aunque demasiado devaluada tarea de interpretarnos, estudiarnos, para entendernos mejor y para ser mejor. Sartre nos hablaba de compromiso, de ir definiéndose como Ser a cada momento. Emocionantemente postulaba que cada uno de nosotros con cada una de sus decisiones representa a la humanidad y por ello, cada decisión influía, hacia a la humanidad toda.
Sartre lo hacia científicamente, John Lennon de un modo un poco mas compulsivo aunque no menos inquietante y polémico.
Y muchos pintaban lo que el mundo les decía y ellos podían ver y el resto no. Y se fascinaban por los avances técnicos. Y otros le temían, o al menos denunciaban y miraban con cierta distancia y temor cómo la tecnificación de occidente estaba resultando cada vez más no sólo la destrucción del medio, de la naturaleza, sino un proceso de cada vez mayor injusticia social.
Exponencialmente, en ese tiempo, el Poder se fue concentrando. Cada vez más y más.
Y como los recursos de este hermoso planeta en el que vivimos son siempre los mismos, lógicamente, entenderás como la concentración y acumulación de Poder de un lado, directamente significa empobrecimiento y derrotero en el otro.
…hubo un tiempo que, como todo tiempo histórico, no tiene un comienzo preciso; pero que tiene su momento de definitivo quiebre con el “descubrimiento” de America. Las colonias, los graneros del mundo. Inglaterra, el taller del mundo. Adam Smith, la Riqueza de las Naciones. David Ricardo, los teóricos del capitalismo. Ellos producen, nosotros les vendemos las materias primas y les compramos las manufacturas… ¿quien gana?
¿Y qué si el egoísmo, el ansia de dominación, de Poder –económico, el único poder, claro-, de ese tiempo se transforma paulatinamente en otro tiempo, un tiempo donde las brechas entre los dueños de las cosas y los que no tienen nada es cada vez mayor?
…hubo un tiempo, después de ese tiempo que te contaba, donde ya no existían veinte empresas de galletitas, sino tres. Las que mayor éxito habían tenido, fueron comprando a su competencia. Claro, muchas de las empresas del “primer mundo” tuvieron mayor éxito que las nuestras, hechas a pulmón. No hace falta explicar mucho: un mercado mas grande, un Estado súper proteccionista.
Entonces las empresas fueron tres en vez de veinte. Y los empleados fueron despedidos, las maquinas los fueron reemplazando, lógicamente: mayor precisión y reducción de las horas-hombre: el mayor costo en cualquier manufactura.
Ni hablar de las nuevas formas de hacer dinero de ese nuevo tiempo: el Poder financiero… hacer dinero con dinero. Como yo tengo dinero te lo presto. Y te cobro el doble de lo que te presté por el servicio. Entonces me llené de dinero sin trabajar, sin contratar empleados, sin consumir materias primas, sin insumo alguno más que el excedente (dinero) que alguna vez lícita o ilícitamente hice. Y axial la cosa se fue concentrando mas.
Ah, porque por si no sabías, en aquel tiempo, ladrón era el ratero que asaltaba a punta de pistola una farmacia, pero aquel que organizaba estafas millonarias y dejaba cientos de personas en la calle no era chorro. No, no. ¡Claro que no! De hecho en ese tiempo éramos tan imbeciles que los votábamos. Ellos nos robaban, nos mataban, y nosotros los votábamos… y por el pibe de quince años que falopeado asesinó a una jubilada para robarle la cartera pedíamos pena de muerte. Pero por todos los que hicieron que ese pibe se falopee y no tenga, en toda su vida ningún proyecto, nada por lo que luchar, en fin, sentido alguno; no pedimos pena de muerte. Hasta les dábamos espacio en los medios –ooootro tema-, hasta nos hacían reír a veces como comediantes. Y si teníamos la fortuna de vivir en el mismo barrio cerrado que ellos, los saludábamos cordialmente, hasta compartíamos partidas de golf. Pero al chorrito, pena de muerte.
Ese tiempo, estaba tan lleno de personas que no pensaban, muchas de ellas lamentablemente porque no podían –imaginate si todas las personas se hubieran dado cuenta de todo lo que los dueños del poder tenían planeado hacer con ellos, hubiese sido mas difícil-; y otras, las mas perversas, aquellas que no pensaban porque no querían, o no querían ver, peor aun.
Entonces, si alguien un poco mas preocupado e inconforme; molesto por estar viviendo en un mundo tan injusto, traía alguna cita de Marx, elogiaba en cierto aspecto a la Cuba Socialista, pedía la intervención del Estado en ciertos aspectos, era un hipócrita, un falso, un demagogo.
Éramos tan entupidos en esa época, que muchos de nosotros aun creía o pensaba en los términos, -aunque inconscientemente muchos, por no conocerla- de la teoría de los dos demonios de los milicos…-oooootro tema, de nuevo-.
Claro, si tengo un teléfono celular, un lindo pantalón y un auto nuevo, no puedo hablar en contra de la exacerbación de acumulación neoliberalista. Eso era ser hipócrita. Ser hipócrita no era seguir votando a los que vaciaron el país y a sus amigos, ser hipócrita no era hacer caso omiso ante la injusticia y el hambre, mas aun, ser hipócrita no era donar una vez por mes ropa vieja o equis cantidad de dinero a un comedor infantil, descargando de este modo la culpa, condenándolos a seguir siendo los-que-reciben-las-migajas-de-limosna.
No, ser hipócrita era estar inconforme, criticar, sin irse del todo para el otro lado. Eso pretendía, parecía. Tener convicciones era, para ellos, vivir despojado de toda relación objetual o material. Cuando jamás uno pregonaba eso, más aun: nunca uno hablaba pura maravilla de los sistemas comunistas. Pero bueno, citar a Marx, o a Lenin, o admirar a Fidel en ciertas cosas era ser un comunista, entonces estaba mal tener un auto nuevo o viajar, así de estupidos éramos.
Y la mas alevosa –en cuanto a estupida e inculta-, aquella repetición: “el comunismo fracasó”. De nuevo, como si uno defendiera el comunismo, y sobre todo, preguntándonos: ¿el capitalismo acaso no fracasó?
Era sencillo decir que lo otro fracasó y el capitalismo no, comiendo afuera, viviendo en un lindo barrio, vistiéndose bien, solo comiendo, bah.
Pero mientras la brecha se agigantaba, y morían diez millones de niños de hambre por año en el mundo, era evidente cual era el sistema del peor fracaso.
…hubo un tiempo en el que las personas peleaban entre ellas por ver quien era mejor, y en esa pelea asquerosa, llena de orgullo maldito, no se daban cuenta de esta hermosa verdad con la que el Che Guevara se despedía de sus hijos antes de que los asesinos, que asesinaron y asesinan mucho, muchísimo mas de lo que asesinó el Che, cobardemente lo fusilen:
Acuérdense que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Siento en estos días la dureza de la realidad. O mejor dicho, lo crudo de enfrentarla. Uno crece, se va, se esperanza, vuelve, y ve que todo es lo mismo de siempre. Y el problema con que todo sea lo mismo de siempre es que el tiempo pasa… Entonces, no es lo mismo de siempre, sino que estamos peor. ¿Hasta cuando?
1 comentario:
Cuánta claridad!
Publicar un comentario