Entre tanto local fashion, especialmente aquellos con nombres new age, del estilo de cómo quieres que te quiera, agarrate catalina, dale perejil al toro; había nacido una nueva cadena de locales que estaba haciendo furor en la nueva Buenos Aires y prometía ser exportada como franquicia al resto del mundo, especialmente a los hermanos países de Latinoamérica, donde la gente esperaba ansiosa la llegada de la dichosa nueva cadena argentina.
El local, a modo de aquellos mencionados, tenía un nombre compuesto, y se llamaba: si no queres nada tenes todo.
Cuentan los que llegaron a conocer alguna de las sucursales, que el local por dentro estaba vacío, era solo espacio libre, donde cada persona o grupo de personas lo llenaba a su manera, y todos tenían el mismo derecho real de acceder.
Tan exitoso estaba resultando que pronto Palermo, Almagro, Caballito, Belgrano, Flores y cada uno de los grandes centros comerciales comenzaron a tener un si no queres nada tenes todo.
Fascinados, los grandes críticos, sociólogos, economistas, se preguntaban cómo era aquello que un local vacio, que nada ofrecía, podía resultar tan exitoso.
Mas fascinados aun muchos, aunque muy escépticos otros, descubrieron mas tarde que el éxito de esta cadena no podía medirse según cálculos de curvas de inversión, marketing, problemas financieros, competencia, etc.
Mas fascinados aun muchos, aunque muy escépticos otros, descubrieron mas tarde que el éxito de esta cadena no podía medirse según cálculos de curvas de inversión, marketing, problemas financieros, competencia, etc.
Se dieron cuenta que lo único que necesitaban las personas, en esa tan terrible época que les estaba tocando vivir era no querer mas nada, para tener todo.
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