Despertó y recordó que arriba de su mesa de escribir había dejado la noche anterior un papel en blanco con una palabra escrita. El lápiz estaba apoyado sobre la hoja en forma de diagonal, casi como cruzándola, tachándola en algún punto. Le llamo la atención especialmente el trazo con que había escrito aquella palabra: Belleza.
Estaba escrita con mayúscula, y no podía dejar de observar el trazo, el recorrido de aquel lápiz para formar esa palabra. Lo fascinaba. Era como un dibujo de un gran arquitecto pensó, como la pluma de un manuscrito de un gran escritor, como una pincelada de Van Gogh… Ver el trazo de cerca lo conectaba de una manera directa con su profundidad; de hecho eso mismo es lo que tanto disfrutaba de ir a museos y ver pinturas: siempre se acercaba a los cuadros tanto que generaba el llamado de atención de los encargados de la seguridad.
Eso lo fascinaba. Era pensaba, un elemento de conexión fantástico, emocionante. Miraba el trazo de un cuadro y de aquel modo se sumergía directamente en la vida del artista. Y no le importaba si lo conocía o no; si se trataba de Van Gogh podía hacerse una imagen del momento en que pinto ese cuadro, el lugar, lo que el pintor sentía, el mundo que intentaba sacar de sí y hacerlo signo, hacerlo real, darle forma, vida. Pero si era un cuadro de un artista que no conocía, sentía algo similar: jugaba de algún modo a imaginar quien era esa persona, que sentía, que le pasaba, que quería decir.
Que fabuloso! Tanta sensibilidad, tanta emoción, tanto pensamiento… La vida entera de una persona podía interpretarse en menos de dos centímetros de trazo…
Así fue que algo alterado, palpitando su corazón se sentó en su mesa de escribir, encendió esa luz especial que tanto lo reconfortaba, bajo las persianas –eran de esas llamadas americanas, las típicas de oficina-, las dejo entreabiertas de manera horizontal de modo que podía continuar observando el paisaje y permitiendo la entrada de luz pero de un modo filtrado.
Bien, comenzó a escribir:
Hoy pienso que existen tres tipos de belleza. Dos de ellas serian de un carácter si se quiere natural; la tercera, artificial en el sentido de la necesariedad de elementos no hallados directamente en la naturaleza para su gestación.
La primera de las bellezas es quizás la más sublime de las tres. La que habla de lo inconmensurable, de aquello que de alguna manera el hombre vive tratando de explicar pero sabe que jamás tendrá una certeza absoluta de sus porqués. El planeta, el hábitat del Ser Humano es perfecto. Y el ser humano es imperfecto en un mundo perfecto. Hay belleza pura en un volcán arrojando su lava al mar. Hay una belleza de lo inconmensurable en un cielo lleno de estrellas. Hay belleza en nuestra estructura capilar, nuestros organismos son tan perfectos y están conformados de lo mismo que el mismo universo. (ver: “powers of ten” – Charles & Ray Eames).
El real sentido de esta belleza es por un lado su cualidad de modelo para el hombre: todas las invenciones de la humanidad han tratado y tratan de reproducir, o hacer desde el hombre, lo que la naturaleza nos muestra de ejemplo. Desde volar como los pájaros, movilizarnos velozmente en forma horizontal como un chita, migrar buscando condiciones apropiadas para desarrollarnos como las golondrinas, hasta poder concebir otro Ser humano – si, increíblemente hemos llegado al punto en que somos capaces de crear vida por nosotros mismos…
La belleza de lo inconmensurable es también porque no pertenece a nadie y a la vez pertenece a todos. Es patrimonio del hombre (asumiendo aquí nuestra arrogancia como centro y dueños absolutos del planeta). Es un sentido de igualación, de aquellos que tanta falta nos hacen en estas épocas…
Y esta belleza es también quizás el punto de mayor conexión con la realidad para el hombre: subiendo una montaña, viajando por horas y horas en un auto, contemplando un amanecer, nos damos cuenta de lo insignificantes que somos en la estructura de este universo. Debiera esto funcionar como un ancla, una especie de relajo que nos ubique realmente donde debemos estar, que nos haga preocupar realmente por lo que debemos preocuparnos.
Es este quizás entonces, el más puro sentido de belleza e incentiva a cuestionarse que hubiera sido de la historia del hombre en esta tierra si se hubiera dedicado más a contemplar la belleza que lo rodea y a la cual pertenece, en vez de tratar de imponerse por sobre ella, dominarla, utilizarla como medio de luchas de poder. (Ver Heráclito, Parmenides –los “filósofos de la naturaleza”, y a M. Heidegger).
La segunda de las bellezas es también proveniente de la naturaleza, pero tiene más relación con lo propio de las personas. La segunda belleza es la belleza humana. Pero belleza humana en cuanto a lo que realmente hace diferente a un humano del resto de la naturaleza.
Por ende, la segunda belleza, como característica del hombre, es la belleza de la mirada de un ser humano.
Que dice una mirada? Cuál es la belleza aquí presente? Por que la mirada y no la forma de ser, la humanidad de una persona, u otras variables que la distingan de otro animal?
Porque es en la mirada pienso, donde todas estas unicidades de las personas se hacen visibles.
Los seres humanos somos esa mezcla misteriosa, apasionante, hermosa, que desde Freud conocemos –y no quiero utilizar términos freudianos- como la parte que conocemos de nosotros y la que no. Nuestra razón, nuestro pensamiento, nuestro saber, nuestra cultura, nuestra capacidad de comunicación y expresión, lo que de algún modo podemos controlar. Pero la real unicidad radica en aquello que no conocemos o mas bien si conocemos, parcialmente, pero no deja de intrigarnos y sorprendernos a nosotros mismos.
Eso inexplicable, eso que nos hace sentir, eso que imparte nuestros intereses, eso tan autentico! Es eso que sabe cuando estamos mal y cuando estamos bien, y no nos permite engañarnos. Es eso que desea profundamente, es amor y odio, es pasión, eso es, pasión: porque no tiene límite, freno, no conoce de curas ni de imposiciones.
Nuestro Ser profundo es puro y autentico, y eso es lo que muestra una mirada. La trillada frase aquella que habla de la mirada como la ventana del alma, tiene algo de cierto. En definitiva, lo que caracteriza a una persona por sobre todas las cosas es sus ojos, su forma de mirar, su dulzura, su pasión, su picardía.
Esta belleza es compleja ya que tiene que ver mucho en como nos relacionamos, porque nos genera estímulos y sensaciones que hacen que nos desbordemos, o estemos incentivados y perdamos nuestra paz, nuestra tranquilidad… En realidad, de algún modo es esto último sinceramente, vivir…
La tercera y última de las bellezas es quizás la que continua dando esperanzas al Ser Humano para vivir en este mundo que el mismo ha destruido y no deja de destruir. Este mundo tan injusto, de tanta guerra y muerte, de tanta enfermedad de Poder, de tanto arrase de culturas, valores. De homogeneizaciones, de sensibilidades olvidadas.
La técnica, la informática, herramientas desarrolladas por el hombre para controlar no solo la naturaleza sino a sí mismo. Por que mierda usamos los avances tecnológicos que nos permiten llegar a la luna para asesinar a familias enteras en una guerra? Por que el contacto con una persona que tanto quiero como es un amigo, tiene que estar tan condicionado por los medios de comunicación actual?
Si hicimos aviones para conectarnos mejor, operaciones para vivir mas y mejor, por que no todas nuestras creaciones pueden perseguir aquel fin que parece tan imposible para la condición humana: que todos podamos vivir en paz.
Por que se permite que los laboratorios lucren con medicamentos que salvan vidas? Por que siguen muriendo de hambre tantos niños por día? Por que sigue contagiándose tanta gente de SIDA? Porque el hombre así lo hace.
Entonces, esta belleza decía, es la que hace que todo este poder destructivo del ser humano pueda apaciguarse en un punto, o mejor dicho, que nuestra existencia no sea tan insoportable: es el ser humano un creador de belleza inigualable.
Porque cada uno de nosotros es un mundo en sí mismo. Las realidades internas últimas de cada uno de nosotros son tan diferentes como nuestros ADN. Hay sin duda más de 6.000.000.000 de mundos hermosos, apasionantes, únicos, inigualables, fascinantes en este planeta.
Y la belleza nace cuando cada uno de esos mundos de una u otra manera se hace visible, se transforma en algo tangible y puede comunicarse y ser recibido por el resto de los mundos o personas. Desde el gol de Maradona a los ingleses, pasando por el mas fantástico cuadro de Van Gogh (ver: “lo que pienso del arte”), la novela más apasionante jamás escrita, o el edificio más intrigante de la historia de la arquitectura, pasando por la sinceridad de un alumno que quiere aprender y mira y pregunta en una búsqueda de complicidad con su docente (relación esta creo de las más hermosas y puras del Ser humano), hasta este punto final que no significa más que unos puntos suspensivos en la mente de quien escribe, que no hace mas que esbozar quizás de una manera irrespetuosa y poco responsable, lo que intuitivamente le surge por cada día sentirse más intrigado y fascinado por esto que muchos han llamado “la condición humana”.
Saludos.